En Algeciras residen 8.701 personas extranjeras, que se enfrentan a obstáculos
extra por ser foráneas Mayor tasa de paro o problemas para alquilar una vivienda son algunas de ellas
Cuando Favour Joseph llegó a España en patera desde Nigeria tuvo la suerte de
dar con Isidoro Macías. Estaba embarazada, y tras ser atendida en el hospital, el
padre patera se hizo cargo de ella. “Me trató muy bien, me compró cosas para el
bebé y me arregló los papeles para que tuviera un permiso de residencia, pero sin
derecho a trabajar, que era lo que yo necesitaba”. El permiso le fue retirado al
pasar un año y desde entonces y hasta 2015 ha estado intentando obtener otro para
poder residir y trabajar legalmente en España, en el círculo vicioso que describe
la mexicana Vanessa Kristel: “Para que me hagan un contrato me piden el NIE
(Número de Identidad de Extranjero). Pero sin contrato, no te pueden hacer el
NIE”.
Las dificultades para conseguir la documentación que les permita trabajar y residir
legalmente son uno de los grandes quebraderos de cabeza de las miles de personas
que llegan cada año a España, uno de los primeros escollos que se encuentran en
el largo proceso de integración en su nuevo país. Hace unos días el Gobierno
anunciaba su intención de poner en marcha un plan y un fondo para la integración
de los migrantes, y los colectivos que trabajan por ella y los propios extranjeros
no dudan en apuntar a esta cuestión como una de las primeras a resolver. Hay
otras y una premisa principal: solo se logra una integración y convivencia reales
de forma bidireccional, contando también con la población autóctona. Los
protagonistas cuentan su experiencia, positiva, remarcan todos, pero en la que se
han encontrado con obstáculosA 31 de diciembre de 2017 había 5,2 millones de
certificados de residencia o tarjetas de residencia en vigor en el país, 3,1 millones
del régimen de libre circulación de la UE. Pero esa cifra no recoge un colectivo
indefinido de personas que, como Favour o Vanessa, están residiendo
efectivamente en España de forma irregular y que se ven abocadas “al mercado
laboral sumergido”, destaca Vladimir Paspuel de la Asociación Rumiñahui, que
ostenta la vicepresidencia del Foro para la Integración Social de los Inmigrantes.
“Nos enfrentamos a la tramitología, obtener una primera tarjeta de residencia es
enormemente engorroso, igual para acceder a la doble nacionalidad”, explica,
pidiendo al Gobierno español y la UE que sean “más humanas”. El reverso de esa
falta de documentación es la explotación o la precariedad laboral: “A mí me han
llegado a hacer contratos falsos, me han ofrecido uno a cambio de que yo me
pagase mi seguro y después era mentira. He trabajado en lo que he podido,
limpiando, cuidando personas, y empecé a tramitar el autónomo, pagando mis
tasas, para poder lograr la residencia”, explica Joseph. Finalmente consiguió
encontrar trabajo en un restaurante y tramitar el ansiado permiso de residencia por
dos años, que le será renovado si sigue teniendo trabajo por otros dos, después por
cinco. Si no tiene empleo, lo perderá.
“A las personas que llegan a España la cuestión laboral les preocupa mucho, ellos
necesitan tener trabajo para ayudar a sus familias y para mantener su permiso de
residencia”, explica Adrián Pérez, del programa de orientación para los migrantes
de Cruz Roja. Así es en los permisos de residencia por trabajo, que suponen un
45,7% de las autorizaciones vigentes para extranjeros no UE, pero también en
otros de los casos existentes: la legislación española también incluye permisos
temporales de residencia por circunstancias excepcionales (10,7% del total), por
residencia no lucrativa (13,8%) o reagrupación familiar (los segundos más numerosos, el 29,9%).En ese amplio abanico se encuentran casos como el de Zhor
Doukkal El Aouni, marroquí, que obtuvo un permiso ligado al de su marido pero
que no la autorizaba a trabajar, “me obligaba a depender de él”. Solo tras diez
años en España ha logrado un permiso que le ha dado la posibilidad de trabajar en
el programa Un barrio de todos, de la Fundación Márgenes y Vínculos.
Tampoco las personas que solicitan asilo pueden trabajar durante los primeros seis
meses, apunta la venezolana Katerine Báez. La situación política de su país la
obligó a dejar atrás su vida y su familia y llegada a España se encontró con que
no podía buscar empleo a pesar de tener salvada una cuestión principal: el idioma.
Su compatriota Beatriz Olivo lo ratifica: “Lo único que cambiaría del proceso de
acogida, que ha sido muy bueno, es tener que estar tanto tiempo sin trabajar.
Vienes a trabajar, por nosotros y por nuestras familias”.
Ellas han encontrado empleo, más estable en el caso de Beatriz y temporales en
el de Katerine, ambas tituladas en Turismo. Cuentan con las facilidades que le da
el idioma y los lugares comunes en ambas culturas y aseguran no haberse sentido
discriminadas sino todo lo contrario, aunque sus estudios no sean reconocidos en
España. En el caso de otras nacionalidades el proceso de encontrar trabajo es más
difícil, como recogen las estadísticas laborales: en el tercer trimestre de este año
la tasa de paro entre la población española fue del 13,70%, mientras que en el caso
de los extranjeros europeos era del 17,34% y en el del resto de extranjeros del
22,55%. En todos los casos son las tasas más bajas en mucho tiempo. En la
provincia de Cádiz, los datos empeoran: la tasa de paro fue del 24,72% (no hay
datos por nacionalidad).
Los trabajos más precarios a los que acceden las personas extranjeras también se
reflejan en la Encuesta de Estructura Salarial del Instituto de Estadística: si un
español cobra (dato de 2016) una media de 23.156 euros brutos al año, un
extranjero de la UE ingresa 18.870, un americano 14.796 y un africano 14.083.
Población extranjera
En España hay 4.719.418 extranjeros empadronados, 42,467 en la provincia de
Cádiz. De ellos, 20.036 residen en el Campo de Gibraltar. El municipio con un
mayor porcentaje de foráneos es Jimena, con el 14,82% de la población, seguido
de San Roque, con un 11,23%. En el lado opuesto está Los Barrios, con un 3,64%
de los vecinos. En Tarifa el 8,58% de la población es extranjera; en Algeciras, el
7,8%; en La Línea, el 6,31%; y en Castellar, el 4,73%.
Vivienda
Encontrar una vivienda es otro de los grandes retos a los que se enfrentan los
extranjeros, de nuevo con diferencias en función del lugar de procedencia, del
color de la piel. “Mi marido, que no tiene prácticamente acento, quedó con el
propietario de un piso”, explica Doukkal. “Todo parecía ir bien, hasta que nos vio.
Mi marido le hizo gestos con la mano, después me miró a mí, vio el pañuelo, y se
puso a gesticular y se fue sin siquiera llegar a hablar con nosotros. Me sentí muy
humillada”, cuenta, “te juzgan por la imagen, sin conocerte, y eso duele”.
La experiencia que relata es bastante habitual. En el estudio realizado por la
Fundación Márgenes y Vínculos sobre la percepción de la población inmigrante marroquí en Algeciras, el 22,9% de las personas de origen extranjero que fueron
encuestadas contestaron siempre han tenido dificultad para encontrar un alquiler,
a veces lo contestó un 28,2% y el 5,9% respondió que rara vez.
Esto ocurre en todo el país, de ello dan fe los anuncios de alquiler que advierten
que solo se arrienda a españoles o el último informe elaborado al respecto por
SOS racismo, publicado en 2016. En un amplio estudio, la organización detectó
tanto de forma telefónica como presencial que hubo una clara diferencia de pisos
ofertados a uno y otro colectivo. En el testing telefónico, de las personas a las que
se les negó que existiesen pisos para ofrecerles, el 69,8% eran demandantes de
origen extranjero; en el presencial ese porcentaje subió hasta el 86,7%.
Convivencia
Los extranjeros que aparecen en este reportaje contestan sin dudar que lo mejor
que han encontrado en España son “las personas” y se sienten contentos en suelo
español, donde han podido establecer relaciones personales con españoles y
extranjeros. Y los que han vivido en otras partes del país resaltan que en Andalucía
se sienten aún mejor acogidos y que Algeciras, la ciudad de las 104
nacionalidades, es un sitio especialmente receptivo en ese sentido.
En Algeciras hay empadronados a 8.701 extranjeros, un 7,8% de la población
total. Está por encima de la media provincial (3,35%) y andaluza (7,23%), pero
no de la nacional (9,82%). Según el estudio El peso de la migración marroquí en
la percepción del otro en el imaginario colectivo de los habitantes de Algeciras,
un 30,6% de los autóctonos piensa que los inmigrantes contribuyen a mejorar la
vida en comunidad; un 35,4% que ayuda a mantener la convivencia y sólo un
16,3% piensa que la empeoran. Y el 60% de la población autóctona afirma que se
relaciona diariamente con extranjeros.
No obstante, la integración en una cultura y un sistema social distintos tiene sus
dificultades para los que llegan. La primera barrera, la más importante, es el
idioma y para vencerla son claves las clases que ofertan las organizaciones no
gubernamentales. Sihama Khasmi, de Marruecos, asegura que se sintió
“paralizada y ciega” durante mucho tiempo hasta que aprendió español. Y
Batouyah Çamara, de Guinea Conakry, explica que “cuando llegué aquí nada era
fácil porque no hablaba el idioma y no conocía a nadie”.
Llegó en patera hace cinco meses y está inmerso en una maraña administrativa:
las pruebas de edad dieron como resultado que era mayor de 18 años pero él
asegura que tiene 17, por lo que está siendo acogido por Cruz Roja en lugar de en
un centro de menores hasta que se resuelva la petición de pruebas
complementarias de edad. Mientras tanto, empezó a estudiar español “y empecé
a encontrar amigos” de otros países, pero también de España.
Batouyah ha encontrado también otra forma de integración: entrena con el
Algeciras CF entre semana, “me gustaría jugar profesionalmente al fútbol”. Pero
su objetivo más realista es otro: “estudiar, tener una profesión y encontrar
trabajo”.
Otra preocupación es el acceso a los servicios públicos, como la sanidad. En el
recientemente publicado trabajo de Márgenes y Vínculos Mujeres haciendo
historia. Migrantes narrando vidas, Paloma Cinthia Núñez remarca algo que no
conoce parte de la población: los migrantes no regularizados solo tienen acceso a
las urgencias. “Me sentía fatal porque lo veía injusto, porque en Argentina
cualquiera puede tener médico pero aquí yo estuve tres años que solo podía ir al
médico por urgencias”, explica. Su experiencia fue dura también en lo laboral, por
no poder encontrar un trabajo acorde con su formación en administración de
empresas.
La educación es otra de las áreas muy bien valoradas por los extranjeros (el pasado
curso había 748.429 alumnos extranjeros en niveles no universitarios, 6.197 en la
provincia de Cádiz). Declaran una satisfacción general por el sistema educativo y
los educadores y profesores consultados en el estudio sobre la percepción de la
población extranjera desmienten con rotundidad el tópico de que la presencia de
hijos de migrantes baja el nivel de las aulas, recordando que el instituto Saladillo,
con buena parte de alumnos de origen alógeno, está año tras año entre los que saca
mejores notas en las pruebas de Selectividad.
La segunda generación
No obstante, los más jóvenes sí que se enfrentan a casos de racismo entre los
alumnos o en la calle. Han sufrido en alguna ocasión frases como “vete a tu país”.
En este caso, vuelven a remarcar los entrevistados, Algeciras es también más
integradora que otros puntos del país, lo cual no significa que no haya elementos
discordantes.
El dilema de la segunda generación es una de las cuestiones que aborda la
población de origen extranjero (en 2017 nacieron en España 93.314 bebés con
madre o padre extranjero, 941 de ellos en la provincia de Cádiz). Como en el resto
de materias se enfrenta a una dificultad compartida con la población autóctona, el
choque de la adolescencia, pero en su caso “además del choque generacional está
el cultural”, explica el subdirector técnico de Márgenes y Vínculos, José Ángel
Ponce. Se abre otra brecha distinta con los padres, como reconocen los
entrevistados, porque sus hijos se sienten españoles y marcan una distancia con la
cultura de sus padres. Aunque no solo se sienten españoles los hijos, asegura
Favour, porque “nosotros vivimos aquí, llevamos ya mucho tiempo, también
somos españoles”.
Exclusión
En realidad, remarca el director de la Asociación Ceain (integrada en la red
Acoge), Francisco Morales, los problemas a los que se enfrenta la población
alógena son en muchos casos comunes a los de la población autóctona, “son los
problemas de empleo, vivienda y un recorte del estado del bienestar que ha
afectado a las capas más vulnerables, entre las que están los inmigrantes, que
carecen de redes familiares y de apoyo”. Por ello llama a desarrollar políticas
inclusivas, porque “la principal batalla por la integración de las personas
inmigrantes pasa por el desarrollo de políticas que combatan la exclusión social
en general”.
Vladimir Paspuel reclama en paralelo un nuevo plan estratégico de inmigración,
“sobre todo apuntando a la convivencia, porque muchas veces se habla integración
en un sentido unidireccional, pero si no se trabaja en los dos sentidos es una
asimilación que termina siendo negativa para la sociedad”.
Cita APA
Montenegro, R. ( 23 de diciembre de 2018) El difícil reto de la integración. Europa Sur.
Inmigración en Algeciras El difícil reto de la integración (europasur.es)